El Bahnhofsviertel de Múnich es sinónimo de convivencia multicultural, interesante gastronomía, jóvenes artistas y galerías, se puede decir que es bastante diferente al resto de la ciudad. Por suerte. Un homenaje a un sentimiento de barrio especial
El Hauptbahnhof (la estación central) de Múnich tiene tres salidas. Solo aquellos que van a pie hasta el área de oficinas adyacente para hacer algún trámite toman la salida del norte. La salida principal, orientada al este, es la más concurrida. Conduce a la plaza principal de la estación y de allí al pintoresco centro de Múnich. Sin embargo, esta salida lleva bloqueada desde hace años debido a unas grandes obras. Y para el que no quiera ir de compras por la zona peatonal, sino a los vitales barrios del sur de la ciudad en dirección al Isar, y hay muchos, entonces deberá tomar la salida sur. El pequeño barrio en el que se entra luego, de apenas dos calles de ancho por dos de largo, deja boquiabierto a cualquiera que viste Múnich por primera vez. «¿Se supone que esto es Múnich?, ¿el Múnich ataviado, radiante y burgués?
La primera impresión que uno tiene es la de estar algo apretujado. En las calles de la Goethestrasse y, sobre todo, en la Schillerstrasse, los coches suelen estar casi siempre aparcados en doble fila, haciendo que el tráfico circule lentamente. Las aceras no es que estén menos concurridas. Pero lo más llamativo de este barrio es que su carácter está totalmente dominado por las comunidades inmigrantes. Los supermercados turcos se extienden a lo largo de la calle exponiendo su abundante variedad de habas, tomates de ensalada, berenjenas y melones. Junto a los supermercados se agolpan las carnicerías halal, en cuyos escaparates te puedes encontrar alguna vez la cabeza desollada de alguna oveja que espanta a los niños. Luego, distribuidos por especialidad, todo tipo de bares y restaurantes orientales.
Para aquel que quiera probar las diferencias entre la cocina marroquí, argelina, siria, libanesa, turca, iraní y uigur, tiene aquí mucho dónde elegir. Sin olvidar una tercera categoría de tiendas que también abunda mucho aquí: tiendas especializadas en electrónica y mecánica de precisión. Antes solían ofrecer cámaras, dispositivos electrónicos y sistemas estéreo. Aunque a partir de los años 90, en la actualidad son teléfonos móviles, empezó a haber cada vez más ordenadores y productos de electrónica (lo que le valió a la Schillerstraße el gracioso apodo de «Schillicon Valley»).
El hecho de que muchos escaparates estén enrejados, también en las numerosas pequeñas joyerías, es percibido por muchas personas como sinónimo de barrio peligroso. Sin embargo, en esta zona no hay de qué tener miedo, simplemente es un barrio con mucho movimiento, por lo que la presencia policial, típica de Múnich, también es bastante alta. De todas formas, no es un lugar en el que te apetecería quedarte para tomar un descanso. Las calles son estrechas, sin apenas vegetación ni bancos. El Bahnhofsviertel se caracteriza por el enérgico bullicio que caracteriza a la propia estación de trenes.
Es especialmente la zona de alrededor de la estación la que se caracteriza por sus contrastes. En la Schwanthalerstraße, destaca la magnífica fachada del Deutschen Theaters (Teatro Alemán), que en 2021 cumple 125 años y cuya historia resulta tan azarosa como deslumbrante. Con el estreno europeo de West Side Story en 1961 el teatro se convirtió en el principal destino de muchos musicales, acogiendo las mejores producciones internacionales del West End londinense y del Broadway neoyorquino. Aunque el cabaret, los conciertos y los espectáculos también forman parte del programa del teatro, el cual está abierto todo el año. Sobre este escenario estrellas mundiales como David Copperfield y Bonnie Tylor han maravillado y hecho mover las caderas a cientos de personas.
El pequeño barrio en el que se entra luego, de apenas dos calles de ancho por dos de largo, deja boquiabierto a cualquiera que viste Múnich por primera vez.
En otras calles, la presencia de clubes de striptease y establecimientos de table dance es predominante. Inmediatamente después de la guerra, la zona se convirtió en un distrito de ocio para los soldados estadounidenses. A medida que la presencia de soldados en la zona se reducía, iba aumentando el número de trabajadores y gente de negocios (que en los años 50 eran mayoritariamente hombres) que se desplazaba hasta la estación central de trenes, de manera que los antiguos bares frecuentados por soldados pasaron a convertirse en «clubs nocturnos» y «locales de ocio». El distrito del Bahnhofsviertel empezó a adquirir su propia identidad: pisos sencillos y pequeños, hoteles baratos, cervecerías, «público de sala de espera», como se le llamaba en un documental del canal Bayrischer Rundfunk de 1977. Hoy en día sigue siendo así.
Cuando a partir de los años 70 yugoslavos, griegos, italianos y, sobre todo, turcos empezaron a buscar vivienda en Múnich, el Bahnhofsviertel resultó ser un barrio con mucha disponibilidad. Hacía tiempo que los anteriores habitantes habían empezado a trasladarse a suburbios más ajardinados, sin embargo, el coste de la vivienda en el barrio era barato y las conexiones de transporte buenas. Se creó una infraestructura de influenciada inmigrante, con tiendas, gastronomía y espacios en los que sociabilizar. Hasta hace poco el barrio contaba con numerosas mezquitas en los patios traseros de algunos edificios, aunque por motivos de seguridad contra incendios tuvieron que cerrar en 2017.
Y de esta manera, capa a capa, fue cómo se creó el actual Bahnhofsviertel. Los años 50 y los años 60 dominan el paisaje urbano hasta el día de hoy, muchas de las fachadas están revestidas con losas grises porosas de conglomerado sedimentario que también se utilizaron de manera generalizada en la construcción de estaciones de metro. El pequeño comercio todavía domina el barrio, pero desde hace algunos años se han extendido las casas de apuestas y los salones de juego. Y todo el que pasa por aquí y ha oído hablar de la evolución de los precios inmobiliarios se pregunta: ¿cómo puede ser?, ¿por qué no se ha modernizado ya el barrio? Ya sean techos bajos o no: al final en Múnich todo acaba por desaparecer.
Probablemente se deba a que la estructura de la propiedad suele estar dividida en pequeñas partes y, en realidad, las cuatro calles son demasiado pequeñas para los grandes inversores, además, la gentrificación solo se acelera cuando se reforma lujosamente un edificio tras otro. A pesar de haber algunas pinceladas del presente: un restaurante caro por aquí, una elegante oficina de diseño gráfico con sala de exposición contigua por allá. Aunque estas son las excepciones. El resto permanece tal y como siempre ha sido el Bahnhofsviertel: ruidoso y agitado. En resumen: una bendición para la ciudad de Múnich.